*El presente es una versión ampliada del documento original publicado en el Blog Unversitario del diaro Gestión.
Una de las principales características del comercio
internacional, desde sus inicios, es la especialización productiva de los
países. Por un lado, algunos de ellos, los del “centro”, exportan productos
manufacturados y con alto valor agregado. Por el otro, los de la “periferia”,
comercian materias primas y productos de escaza transformación. Estos patrones
de comercio, a su vez, contribuyen a explicar los diferenciales de ingresos
entre países. En ese sentido, se han determinado hechos en materia social que
las ciencias sociales deben explicar. En específico, y con el objetivo de
esclarecer si es que la impresionante explosión del comercio global, registrada
entre los años 1820 y 1913 ha contribuido a aumentar la «Gran Divergencia» entre esta “periferia pobre” y el “centro
industrializado”, es que Jeffrey G. Williamson[1] escribió en 2011 su popular libro Comercio y Pobreza[2].
A lo largo de las líneas que siguen nos ocuparemos de reseñar
esta importante obra. Como el mismo autor lo señala, esta es resultado de medio
siglo de sus investigaciones, y así se puede decir que contiene el trabajo
desarrollado a lo largo de toda su carrera. Por lo mismo, esta publicación
cuenta con la virtud de poseer una vasta bibliografía y series de datos
históricos que, combinados con estudios de casos, contribuyen a derivar
conclusiones razonables y empíricamente válidas. Se partirá detallando las
principales características del «Primer siglo global»; luego los procesos de
desindustrialización y especialización entre países, para luego analizar el
impacto que la explosión comercial de este periodo tuvo sobre la distribución
del ingreso. Finalmente, y mediante la exploración de diferentes canales de
impacto se llegará a la principal conclusión de la obra: existe una correlación
positiva, y además de causalidad, entre la paulatina globalización del mundo
iniciada en el siglo XIX y la brecha económica observada entre el Primer y el
Tercer mundo.
El «Primer siglo global» y el papel de los términos de
intercambio en la periferia
El «Primer siglo global» iniciado en 1820 y que finalizó en el año
1913, se caracterizó por cuatro importantes hechos. En primer lugar porque las
economías que se determinarían como las del centro
iniciaron un proceso de apertura comercial dejando atrás al mercantilismo. En
segundo lugar, las innovaciones tecnológicas como la máquina a vapor y la
revolución de los transportes, con el ferrocarril y el barco a vapor,
favorecieron el comercio[3]. En tercer lugar, y como resultado
del desarrollo de la naciente manufactura, se dispara la demanda de toda clase
de productos. En cuarto lugar, el mundo atravesaba un periodo de relativa paz
que estimulaba el desarrollo del comercio.
Figura 1: Crecimiento del PBI per cápita en el mundo,
1820 a 1913
Tomado de Williamson, J. G. (2011)
Fuente: Maddison (Marzo 2009),
http://www.ggdc.net/maddison.
No obstante, el «Primer siglo global» también marca el inicio de un «Primer crecimiento milagroso», anterior al experimentado por los tigres asiáticos y China
durante el siglo XX, y que fue originado por las revoluciones industriales en
Europa occidental[4]. Por otro lado, como resultado de
las políticas comerciales de apertura, las diversas revoluciones de los
transportes y el rápido crecimiento manufacturero en Europa, se dio lugar a una
explosión positiva y sostenida de los términos de intercambio en la periferia
exportadora de materias primas. Este proceso globalizador[5] contribuyo así también a la
especialización en una o dos materias primas por parte de los países de la
periferia y en la consiguiente reducción de su producción manufacturera
(desindustrialización) y de una mayor volatilidad de los precios[6].
Así, durante 1796 a 1800 y entre 1856 y 1860, mientras los términos de
intercambio del Reino Unido, que por aquel entonces representaba la mayor
potencia comercial, cayeron, los términos de intercambio de la periferia, excluyendo
China y el resto del Asia oriental, crecieron a la tasa anual de 1,5 por
ciento, incrementándose en más del doble. Gracias al libre comercio, Gran
Bretaña y el resto de Europa lograron que sus excedentes de producción,
resultados del crecimiento de la productividad[7],
encontraran una salida a los mercados mundiales, y esto mientras las
economías pobres se desindustrializaban[8].
Figura 2: Términos de intercambio, 1796 a 1913: Reino Unido versus
periferia pobre
Tomado de Williamson, J. G. (2011)
Fuente: Williamson , J. G. (2008: Fig. 2)
La Economía de la
desindustrialización, el Síndrome holandés y algunos ejemplos
Cuando W. Lewis (1978, 1980),
premio nobel de economía en 1979, postulaba
al comercio como motor de crecimiento,
se refería en primer lugar al hecho de que cuando más elevado fuera el precio
al que un país alcanzara obtener por sus exportaciones, y cuanto más bajo fuera
el precio que tuviera que pagar por sus importaciones, mayores serían los
beneficios logrados con la actividad comercial. Otro elemento motor del crecimiento, al que hacía
alusión Lewis, era el que sostenía que la participación de las exportaciones en
el producto interior bruto de los países del Tercer mundo debía de pasar de
unos niveles bajos hacia otros más elevados, esto es, dichos países deberían de
comenzar a explotar mejor las oportunidades del comercio con el tiempo. Sin
embargo, pese a los beneficios que ofrecía el comercio, existen tres factores
con capacidad potencial para contrarrestar, en el largo plazo, el incremento
registrado a corto plazo en el crecimiento: la desindustrialización, la
excesiva búsqueda de la rentabilidad y la volatilidad de los precios[9].
Para hacer valorizaciones comparativas y cuantitativas,
Williamson utilizó estimaciones de las manufacturas textiles realizadas por
Paul Bairoch (1982) sobre el proceso de
desindustrialización del Tercer Mundo a lo largo del siglo XIX. A partir de
estas, se pudo calcular el porcentaje de la producción manufacturera de las
diferentes regiones con respecto al total mundial[10]. Se constata que a partir de 1800
comenzó la desindustrialización de la India (caída de 5%) y la
industrialización del centro de Europa (subida de 5%), mientras China mantuvo
su nivel de 1750. En 1830 se formó lo que ha pasado a considerarse como el «nuevo orden económico». Este, habría arraigado a partir de 1860. El centro
desarrollado acumuló 39.5% de la producción manufacturera, mientras el resto de
las regiones descendió en sus niveles. Finalmente, en 1880 se completó el
proceso: Europa tenía una participación en manufactura del triple de la China,
diez veces la de India y dieciséis veces al del resto de la periferia. En suma, se concluye que existen diferencias
en los ritmos en los procesos de desindustrialización que se llevaron a cabo en
este periodo[11].
Figura 3: Producto manufacturado mundial,
1750 a 1938 (en porcentajes)
Tomado de Williamson, J. G.
(2011)
Fuente: Simmons , C., (1985:
Tabla 1, 600) basado en Bairoch (1982: Tablas 10 y 13,
296 y 304).
Nota: la India se refiere a todo el subcontinente.
Explosión comercial y desigualdad
Se considera que la distribución de los beneficios de la
globalización posee un impacto en el comportamiento del crecimiento a largo
plazo, en la Gran Divergencia. En ese
sentido, y de acuerdo Lewis[12], los efectos de la explosión
comercial anterior al año 1913 en la periferia no solo poseen como elementos a
la respuesta de los flujos de capitales internacionales, de la migración
internacional de la mano de obra y de las políticas de asentamiento
territorial, sino también al impacto de la explosión de los términos de
intercambio, y finalmente, la influencia de esta crisis de precios en la
distribución de los ingresos y en el poder político. Dado que en las sociedades
pre-industriales la «parte del león»[13] de la
desigualdad se explica en función de las diferencias de ingresos medios
existentes, se procede a estimar el
coeficiente de Gini que será comparado con la frontera de posibilidades de desigualdad (FPD)[14]. Los resultados indican que eran las
economías pre-industrializadas más avanzadas de la Europa noroccidental
(Holanda de 1561 a 1808, Francia en 1788, Inglaterra de 1688 a 1801) las que
más se alejaban de esta curva y que por lo tanto reportaban las menores tasas
de extracción, calculadas como el ratio entre el coeficiente de Gini real y el
máximo de desigualdad posible. En contraste, economías de la periferia pobre
como Perú (1876) y Brasil (1872) se mostraban muy próximas a la FPD, con tasas
más altas y por tanto mayor desigualdad.
Figura 4: Desigualdades antiguas: Estimación de coeficientes de Gini y
la frontera de posibilidades de la desigualdad.
Tomado de Williamson, J. G.
(2011)
Fuente: Milanovic , B. , P. H.
Lindert , and J. G. Williamson ., (2008: Fig. 2).
Por otro lado, centrando el análisis en la comparación entre
los rendimientos del trabajo y de la producción del suelo, se puede explicar el
comportamiento de la distribución de los ingresos. Así, el comercio global
anterior a la primera guerra mundial, dado que el suelo y los demás recursos
naturales se encontraban concentradas por una minoría, provocó una desigualdad
menor en las economías con escasez de recursos (como en Europa y Asia
Oriental). Y en aquellos casos en que la industrialización no había logrado
arraigar aun, el comercio global anterior a la Primera guerra mundial indujo un
aumento de las rentas del suelo y una
caída de los salarios, generando así una mayor desigualdad. Este fue el caso de
Europa oriental, Oriente Próximo, el Cono Sur, el Punjab y el Sudeste asiático[15]. Por consiguiente, se colige que la
desigualdad en la periferia pobre del siglo XX no se debió a la desigualdad de
los ingresos, sino más bien a la presencia de unas rentas elevadas en un
contexto precedido por una situación relativamente fija de la propiedad «rustica» y de
los recursos mineros.
La Globalización y La Gran Divergencia
Hasta el momento se han señalado tres razones por las que
resulta válido pensar que las fuerzas globalizadoras del siglo XIX fueron menos
favorables al crecimiento económico en la periferia que en el centro. La
primera razón se deriva del proceso de desindustrialización como resultado de
la espectacular explosión de los términos de intercambio durante el «Primer siglo global». Esto determinó un rezago de la periferia respecto a su
relación con el Primer mundo, y que puede ser explicado según las teorías del
crecimiento endógeno[16]. La segunda razón indica que fue
esta misma explosión de los precios, la que mediante el aumento de las
exportaciones de materias primas aumentó las desigualdades en la periferia
pobre exportadora de materias primas. La tercera razón se refiere al hecho de
que la volatilidad de los términos de intercambio a la que tuvo que hacer
frente la periferia fue mucho mayor a la que sorteó el centro rico[17]. Como resultado, se puede concluir
que si bien el desarrollo del comercio proporcionó beneficios tanto para los
países industrializados como para los exportadores de materias primas, lo
cierto es que el reparto de estos beneficios estuvo indudablemente sesgado
hacia los exportadores de manufacturas y de esta forma tuvo un impacto
asimétrico sobre las tasas de crecimiento de los países.
Revolución Industrial en la periferia pobre y la respuesta
política
Una de las hipótesis más conocida y que busca explicar por
qué la industrialización en la periferia
recién se dio a finales del siglo XIX—como aquella que consta de tan solo cien años en México y Brasil en
Latinoamérica o en Bombay, Japón y Shanghái en Asia —, indica que esta recién se llevó a
cabo cuando la «Gran Divergencia» elevó el coste de la mano de obra en
los centros ricos y con ello se hizo más competitiva la periferia. Lo cierto es
que la industrialización la Latinoamérica autónoma, liderada por México y
Brasil, comenzó antes de 1930; es decir, antes de que las políticas de la
industrialización por sustitución de importaciones (ISI) fueran llevadas a cabo[18].
De hecho, algunas de las posibles explicaciones de este despegue
industrial, lo constituyen en primer lugar la situación de que en los años
posteriores a 1870, los términos de intercambio de Latinoamérica cayeron de
manera más profunda, y especialmente en México, que en cualquier otra parte de
la periferia. En segundo lugar, se produjo una aceleración del crecimiento de
la productividad total de factores en la minería[19]. Esto, fomentó la importación de
bienes de equipo y de insumos para la manufactura puesto que se incrementaron
los términos de intercambio relativo a los ingresos. En tercer lugar, se
considera a la depreciación de las monedas locales —es decir, el
aumento de la
competitividad de los productos domésticos—. Por último, dado el éxito del desarrollo del centro industrializado, se
produjo un encarecimiento relativo de los costes de mano de obra en esta región
frente a los de la periferia pobre.
Repasando la respuesta política, de aranceles al comercio,
implementada en la periferia autónoma, y en todo el mundo, se documenta el
persistente sesgo proteccionista entre el año 1865 y 1920. Sin embargo, las
pruebas relativas a la situación reinante a finales del siglo XX proporcionan
un sólido respaldo al planteamiento de que la protección dificulta el
crecimiento. Cabe mencionar además que el crecimiento, la paz y la estabilidad
política posterior a la década de 1860
no generaron una inclusión democrática[20]. Willliamson concluye por ello, que
si el objetivo era el desarrollo industrial de la periferia, la política arancelaria
no era la mejor medida. En todo caso, lo más acertado habría sido la concesión
de subsidios a los insumos industriales, unos niveles de protección muy
eficaces a aquellas industrias que fueran altamente dependientes de la
capacitación profesional y que generaran externalidades positivas para otras
industrias.
Figura 5: Promedio no ponderado regional de los aranceles regionales
antes de la Primera guerra mundial.
Tomado de Williamson, J. G.
(2011)
Fuente: Coatsworth , J. H. ,
and J. G. Williamson (2004: Fig. 2).
Conclusiones
La principal conclusión a la que llega Comercio y Pobreza, es que existe una correlación positiva entre la
paulatina globalización del mundo y la brecha económica, y que además se
constata una relación causal entre estas, que determinó finalmente la división
del mundo entre el Primer y el Tercer mundo. Llegar a esta conclusión es
posible al haber estudiado los canales del impacto: la desindustrialización, el
aumento de la desigualdad y la volatilidad de los precios de los productos
básicos. Finalmente, una segunda conclusión a la que permite llegar Comercio y Pobreza, es que los países
que tienen la facultad y la voluntad política necesarias para llevar a cabo políticas
dirigidas a fomentar la industrialización en la periferia, pueden en definitiva
debilitar, o incluso eliminar, la relación entre las explosiones de los
términos de intercambio y la reducción del crecimiento de las naciones que
tratan de desarrollarse. Asimismo, se infiere que esto solo será posible con el
establecimiento de instituciones políticas inclusivas en la periferia, que
concedan la capacidad de supervisión de la actividad pública, que se centren en
el desarrollo social del Tercer mundo y no en los intereses de búsquedas de
rentas.
Finalmente, no se ha pretendido aquí abordar a profundidad
todas las ideas plasmadas en el libro de Williamson, su aporte es valioso y los
múltiples temas abordados en el libro, harían imposible dicha tarea en esta corta
reseña. El propósito de estos párrafos ha sido de invitar al lector a leer Comercio y Pobreza. El libro presenta
una serie de preguntas esenciales a las que ofrece respuesta con argumentos
válidos y consistentes con los hechos, y que deberán resultar imprescindible para cualquier ciudadano interesado
en estudiar nuestro mundo social. Más aún, el contexto en el que se desarrolla
y difunde el libro es propicio para volver a debatir los temas referidos al
comercio y a la desigualdad. Nuestro país actualmente afronta una caída
estrepitosa de sus términos de intercambio y ante el inminente desarrollo de
una nueva normal china, se hace
preciso abordar las ideas que permitan derivar políticas de desarrollo
orientadas a liquidar los efectos que La
Gran divergencia tuvo, y sigue teniendo, sobre el Tercer mundo.
[1] Jeffrey Williamson es profesor emérito en economía por
la Universidad de Harvard, así como miembro honorario del Departamento de
Economía de la Universidad de Winsconsin. También ha sido presidente de la Economic History Association.
[2] La primera edición de la obra en inglés, Trade and Poverty, When the Third World Fell Behind, se publicó en 2011 por The Massachusetts Institute of
Technology Press. La
versión en español se publicó en 2012 por el Grupo Planeta Spain y bajo el
título Comercio y pobreza: Cuándo y cómo
comenzó el atraso del Tercer Mundo.
[3] Antes de producidos estos inventos, el comercio local
europeo poseía un carácter típicamente no competitivo al basarse
fundamentalmente en bienes transables de ultramar (materias primas, especias y
otros) que, dadas sus características, su importación no competía con los
productos europeos. Así, se menciona que “el
espectacular avance que experimenta el libre comercio después de la segunda
guerra mundial, tras la autarquía vigente durante el periodo entre guerras,
sigue siendo inferior al descenso de cuarenta y cinco puntos porcentuales que
hemos visto sufrir entre los años 1870 y 1913” (Williamson, J. G., 2011, pág. 31)
[4] Durante este periodo, los índices de crecimiento [en el centro rico: Europa occidental y
sus países satélites de habla inglesa] se
multiplicaron como mínimo por cuatro, hasta alcanzar un 2,4 por ciento anual (Williamson, J. G., 2011, págs. 35-36) .
[5] Este elemento reforzó la tendencia a la divergencia
determinando que las tasas de crecimiento de la periferia se rezagaran (cap 5 y
11) aunque finalmente, llegado un punto de madurez industrial, las manufacturas
empezaron a crecer a tasas similares a las del PBI.
[6] Hasta la década de 1850 los precios relativos de los productos textiles
experimentaron una caída drástica en todo el mundo, dado que la revolución
industrial redujo los costes unitarios de producción en los países exportadores
y que las innovaciones tecnológicas imprimieron un sesgo descendente a las
curvas de suministro.
[7] El incremento de la productividad en el sector de
manufactura también explica la caída en los precios mundiales de los bienes
industriales. De esta forma se determinó que este sector sea menos rentable en
los países de la periferia.
[8] Paralelamente, China y el resto del Asia oriental no
experimentarían una gran expansión de sus términos de intercambio, de hecho
mientras el resto de la periferia iniciaba su explosión China afrontaba su gran desplome.
Este, consistió en la caída de los términos de intercambio a la quinta
parte del valor que presentaron en 1796, esto se debió al incremento del precio
del opio que China importaba —cerca del 50% del total de sus importaciones para la
década de 1880— de la Compañía de las
Indias Orientales que en definitiva era un monopolio. La otra excepción fue el
Japón que permaneció cerrado al comercio mundial hasta mediados de la década de
1850.
[9] Esta volatilidad surge a raíz de los diferentes
mecanismos de formación de precios que operan en los mercados internacionales y
consecuencia de ella se origina el problema de la « disparidad dinámica de la demanda». Al respecto Jiménez F (2011) señala que “Por el lado de la demanda, la elasticidad
ingreso de la demanda por importaciones es distinta en el centro y la
periferia, por las características de los bienes que se importan. De este modo,
cuando aumenta el ingreso en el centro, la demanda por materias primas aumenta
menos que proporcionalmente (es decir la elasticidad ingreso de la demanda
por importaciones del centro es menor a
uno) mientras que, en la periferia, al aumentar los ingresos, la demanda por
bienes industriales aumenta más que proporcionalmente (la elasticidad ingreso
de la demanda por importaciones de la periferia es mayor a la unidad).”
[10] Un resultado curioso al respecto es que en 1750 China
e India acumularan el 57% del total de la producción manufacturera y 47% del
producto bruto interno mundial (Maddison , A., 2007) , lo que las
calificaba como tan industrializadas como el centro europeo en épocas
posteriores. En contraste, el resto de la periferia apenas representaba un
15.7% de la producción manufacturera y cerca del 31% del PBI global.
[11] El ejercicio se lleva a cabo para otros países
obteniéndose resultados similares y se obtiene como conclusión que, en regiones
como el Imperio Otomamo, Egipto, India y las Indias Orientales Neerlandesas, la
destrucción de las industrias domésticas resultó
espectacular. El daño, sin embargo, fue menor en China y México. En
contraste, Japón inició su industrialización. Esta disparidad entre países de
la periferia se puede deber en principio a los diferentes términos de intercambio
que afrontaban, la dotación inicial de factores y las resistencias por el lado
de la oferta doméstica.
[12] Véase: Lewis, W. A. 1978a . The Evolution of the International Economic Order . Princeton
University Press .
[13] Este es un concepto utilizado para explicar la
concentración del ingreso e indica que esta se encuentra asociada
principalmente con el hecho que una pequeña minoría, los súper ricos, se llevan
realmente la “parte del león”. Véase López, R. ,
Figueroa, E. y Gutiérrez, P. (2013).
[14] Esta frontera es una curva basada en la máxima
desigualdad que las elites habrían
podido extraer de acuerdo a los diferentes niveles de ingresos per cápita y
suponiendo que todo el mundo, a excepción de ellas, tienen un ingreso mínimo de
subsistencia (MarcadorDePosición1pág.
186) .
[15] Por ejemplo, Argentina, pasó de presentar un índice
(1911=100) de la relación renta-salario de 337,1 en 1885-1889, a 51,0 en 1925-1929. En
oposición, el índice para Japón, pasó de 79,9 a 202,4 durante el mismo periodo.
Se infiere que la globalización indujo un pronunciado incremento de la
desigualdad en buena parte de la periferia pobre, ya que en dicha región los países se especializaban en
la exportación de materias primas. En cambio en el Asia Oriental sucedió lo
contrario ya que en esta zona la actividad económica se había ido centrando
progresivamente en la exportación de manufactura.
[16]
Williamson señala que “mientras que un país empieza a especializarse en las manufacturas, la
ventaja comparativa de que goza en el ámbito industrial se verá reforzada,
estimulándose al mismo tiempo su crecimiento general. No ocurre lo mismo, en
cambio, en el caso del exportador de materias primas. Paul Krugman, Anthony
Venables y otros autores han mostrado formalmente que una explosión del
comercio mundial puede contribuir a instaurar una divergencia económica entre
dos o más socios comerciales, y nosotros afirmamos aquí que también
contribuyeron en su momento al surgimiento de la gran divergencia que habrá de
registrarse a lo largo del siglo XIX” (MarcadorDePosición1pág. 227) .
[17] Estimaciones de la volatilidad de los términos de intercambio[17]
registrada entre los años 1865 y 1939
para 27 países alrededor de mundo (24 de la periferia y 3 de las potencias
coloniales del centro europeo: Francia, Alemania y Reino Unido) indican que
esta volatilidad en el caso de la periferia pobre fue de aproximadamente 2,7
veces la reportada en el núcleo rico de las potencias analizadas. Así, las
cifras señalan que tanto antes de 1913 como después de 1970, la volatilidad de
los precios de intercambio de las materias
primas se situó en niveles exactamente igual de elevados en el momento en que
comenzaron a concretarse buen parte de los fenómenos que condujeron a la Gran Divergencia.
[18] Al respecto hay que señalar que a partir de la década
de 1880, Latinoamérica vendría a imponer las tasas arancelarias más elevadas
del mundo, y antes de que terminara dicha década los Estados Unidos serían el
único país que superara, en promedio, dichas tasas (Williamson,
J. G., 2011, pág. 253) .
[19] Al respecto, E. Beatty
(2000) argumentó, de manera convincente, de acuerdo a Williamson, que la
producción minera mexicana, especialmente la de la plata, provocó un fuerte
descenso de los términos de intercambio y ello contribuyó a su proceso de
industrialización.
[20] Resultado de ello, los países de la periferia
pre-moderna tenderían a producir unos gobiernos oligárquicos, y guiados por la
necesidad de obtener mayores ingresos fiscales continuaron la política de
protección arancelaria, es decir no hubo voluntad política para el cambio.
Referencias
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Coatsworth , J. H. , and J. G. Williamson . (2004). Always protectionist? Latin American tariffs from independence to Great Depression. Journal of Latin American Studies 36 ( part 2 ), 205 – 32.
Jiménez F. (2011). Crecimiento económico: enfoques y modelos. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Lewis , W. (1978). The Evolution of the International Economic Order. Princeton: Princeton University Press .
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Milanovic , B. , P. H. Lindert , and J. G. Williamson . (2008). Ancient inequality. Revised NBER working paper 13550. National Bureau of Economic Research,.
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Williamson, J. G. (2011). Trade and Poverty. When the Third World Fell Behind. London, England: The MIT Press, Cambridge, Massachusetts.